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3 de diciembre de 2007

Su negocio: ¡más brevetes!

En la foto: Rafael Cochucos Andrés (el hijo) consolidó la marca de la escuela de conductores.

Nació como un cenecape para choferes. Hoy es una solicitada escuela de manejo.
Miguel Grau estaba ocupado, Alfonso Ugarte estaba ocupado, José Olaya y Francisco Bolognesi también lo estaban. Era 1980 y en virtud de una ley que había dejado el gobierno militar, los institutos educativos debían llevar nombres de héroes nacionales. Por estrategia de márketing, Rafael Conchucos Álvarez (70 años) y su esposa buscaron el nombre menos usado: José Gálvez. Así comenzó la primera etapa de la popular escuela de manejo. Nació como un cenecape para choferes de transporte público.

La segunda etapa comienza en setiembre del 2000, cuando el hijo de los dueños, Rafael Conchucos Andrés (29 años), decidió abrir su propia cadena de escuelas. De los ocho locales que hoy tiene la escuela José Gálvez, cinco son administrados por el hijo y tres por el padre, bajo distintas razones sociales. Pero las ocho sedes usan la marca que ya se ha hecho conocida entre quienes quieren aprender a conducir para obtener su brevete.


Rafael hijo siempre estuvo metido en el negocio. "Cuando tenía vacaciones del colegio, volanteaba o lavaba los carros". Era una buena época, pero el crecimiento era desordenado: las tarifas se negociaban con cada alumno, había pérdidas de efectivo y retrasos en los pagos a proveedores. El joven Rafael empezó a notar estas deficiencias cuando inició su carrera de Administración de Empresas.

"Dejé la universidad en el tercer ciclo porque la empresa me iba absorbiendo cada vez más". Comenzó por reestructurar el equipo de secretarias que atendía al público, luego empezó a ocuparse de la caja y de la contabilidad; y así fue abarcando más y más funciones. "Yo me ascendía solo (ríe) pero era porque me sentía responsable de la mejora de la empresa de mi padre". También aprendió de sus errores, por ejemplo, a ganarse el respeto del personal sin cometer excesos al imponer su autoridad. Para entonces tenía menos de 25 años.

Llegó un momento en que sus opiniones respecto a la empresa no coincidieron con las que tenía su padre, quien llevaba 20 años dirigiendo el negocio familiar. "Entonces le dije que iba a abrir mi propia escuela de conductores. No le pedí capital, solo le pedí que me dejara usar la marca (José Gálvez)". Rafael hijo usó los S/.10 que tenía en el bolsillo para llamar a una prima que vivía en EE.UU. Ella le prestó US$900. Usó US$700 para alquilar y equipar una oficina de 15 metros cuadrados, y los otros US$200 para imprimir volantes publicitarios. Su gran acierto fue instalar ese primer local en La Molina, donde existía una gran demanda insatisfecha. El personal de la nueva empresa lo formaban un instructor con auto alquilado, Rafael (quien atendía la oficina) y su enamorada Luz María (hoy esposa) que repartía los volantes.

En octubre del 2000, su primer mes de operaciones, llegó a tener 30 alumnos. Dos meses después tenía 60 alumnos. Actualmente, cada agencia de la escuela recibe 100 alumnos en temporada baja y 300 en temporada alta, que pagan entre S/.300 y S/.600 soles por el curso. La marca sigue siendo el gran activo de los Conchucos.


Reconocimientos:

*Empresa Líder 2002
*Cinta Roja y Blanca 2005-2006
*Premio a la Calidad Empresarial 2005-2006
*Empresa Peruana del año 2001-2004-2005-2006

SUS CLAVES


Publicidad: Rafael Conchucos nunca descuida la inversión en publicidad e imagen de marca para sus cinco locales y los tres de su padre. "Es una forma de devolverle lo que él me dio al dejarme usar la marca".
Locales: Los Olivos fue el único local que no funcionó. Los de Miraflores, La Molina, Surco, San Miguel y Conchán (que son los que administra Rafael hijo) crecen 20% cada año.
Trabajadores: Son 50 y todos están en planilla. "Crecen junto con la empresa", dice Rafael.



Extraído de: Diario El Comercio publicado el 26-08-2007 por Elizabeth Cavero

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