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2 de agosto de 2008

María Portilla

María Portilla, nuestra representante Olímpica en maratón, vive hace 6 años en los EE.UU., pero eso sólo multiplica su amor por el Perú de los Andes. Escúchala, y empieza a aplaudirla.
La peruana María Portilla confesó que sufrió mucho desde niña debido la enfermedad que impedía a su padre caminar regularmente y que nunca imaginó llegar a ser una exitosa fondista, capaz de participar en dos Juegos Olímpicos.

Portilla, de 36 años, nació en la ciudad andina de Apurímac, una de las más pobres de Perú, y empezó su trayectoria como atleta recién a los 25 años. Actualmente entrena en Cusco, a más de 3 mil metros sobre el nivel del mar, como parte de la reducida delegación que Perú enviará a Beijing.

"Mi infancia ha sido un poco dura, pues había mucho problema en mi hogar. Mi papá, que en paz descanse, tenía un problema a los huesos y a mí me deprimía verlo en la cama, no podía caminar, ni hacer demasiado esfuerzo. Eso transformó mi personalidad", afirmó en una reciente entrevista con Reuters.

Según dijo, la inexperiencia y la falta de un adecuado entrenamiento afectaron su desempeño en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, cuando corrió el maratón con zapatillas nuevas y a la mitad de la carrera le dio dolor estómago debido a la comida del día anterior.

"El sol quemaba terrible y la zapatilla me empezó a quemar. Poco a poco aparecían dolores por aquí y por allá. En ese momento dije: Dios mío, ¿qué es esto? No voy a llegar, voy a tener que abandonar, de repente todas las chicas me pasaban", comentó.

Portilla dijo que aprobó los cursos de educación física en la escuela con certificados de salud que daban cuenta de una hernia como consecuencia del arduo trabajo que hacía para ayudar a su familia.

"Tenía una hernia y me operaron, pero después volvió a salir. Ese era el motivo por el cual no podía hacer educación física, tenía miedo", afirmó.

A los 25 años, Portilla estudiaba para ser profesora de niños en Cusco y, ante la amenaza de una maestra de desaprobarla en el curso de educación física, aceptó participar en una carrera.
Su desempeño superó cualquier expectativa, al punto que tras participar en otras competencias fue elegida atleta del año y hasta le obsequiaron un par de zapatillas.

Tras su experiencia en Sidney, Portilla viajó a Estados Unidos, donde permaneció más de cinco años, pese a que al inicio no sabía hablar inglés. Tras regularizar su situación, pudo volver a Perú.
"Me siento alegre, feliz, pero a la vez triste. Después de casi seis años las cosas han cambiado, ya no es igual, quiero adaptarme, ahora todavía me siento extraña", afirmó.
Según Portilla, su sueño -además de tener un mejor desempeño en Pekín que en Sidney- es ayudar a niños andinos que tienen talento para desempeñarse como atletas. "Me gustaría que de Cusco o Apurímac salga un atleta mejor que yo", afirmó.


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